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Historias: Cuando Gustavo conoció a Joe Strummer

Quince dias antes de encarar a Joe Strummer ni siquiera sabia que iba a viajar a Europa. La vida es un lugar muy raro. Pero fue asi, agosto de 1999 me encontró dando vueltas por Paris. Antes de eso hay una historia común con mis mejores amigos de un amor inconmensurable por los Clash y sus integrantes, así que no era extraño en esa época (por más que no hubiera tanta internet) que estuviéramos al tanto de la nueva banda de Joe y su próximo debut en Glastombury y posterior gira.
Fíjate si no lo enganchás cerca de donde vas, me había dicho Globu. Y por supuesto, en el locutorio de abajo del salón viejo pase una tarde buscando donde cruzar a los mezcaleros y por suerte lo encontré. Clermont
Ferrand, Steel Wheels festival, a unos cuatrocientos kilómetros de París a mediados de agosto. Perfecto, coincidía con mi itinerario.
Ya en Europa, mi principal interés y el de mis amigos a los cuales representaba emocionalmente, Globu y Guille, era ver a Joe Strummer en vivo cantar algunas canciones de The Clash. El viaje se fue dando normalmente pero, en realidad, solo se fue transformando en el relleno de la ansiedad que subía cada día que pasaba antes de tomarme el tren para Clermont Ferrand. Y aunque estaba la dificultad económica. El dinero me alcanzaba para el tren una supuesta entrada de no me acuerdo cuanto y nada más, el plan era ir ver el show sacar fotos grabarlo con mi grabador de periodista y volver a la estación y a París con una anécdota importante de la vida.
Ya lo sabía antes, como ahora, no soy de ese grupo de gente que pueda planear cosas como itinerarios u ordenamientos y sucedan luego. Al contrario, soy de los que pierden los trenes así que lo perdí al mío. Acá voy a obviar la aventura secundaria en la que conocí a un español con mi mismo destino recitalero y vamos a retomar desde la llegada a destino.
Para nuestra sorpresa el mentado festival Steell Wheels no se realizaba en la ciudad, era un evento en medio de la campiña francesa a unos cien km y lo mejor de todo era que no había manera de llegar salvo que te lleven, o sea no había transporte público que te acerque al predio. Muy raro todo por supuesto, aunque más entendible al enterarse que dicho evento era la reunión anual de los hell angels europeos y era exclusivo para ellos.
Cuestión que con mi nuevo amigo español al que después perdí de vista,conseguimos que unos pelados bigotudos alemanes nos lleven hasta allá en sus Harley Davidson. La sorpresa fue mayor al llegar, el lugar era enorme un predio gigante en el medio de un gran valle ondulado atravesado por un río no muy ancho. No se trataba de un recital era algo más, mucho más. Había carreras ferias hasta gente haciendo body jumping desde un helicóptero, el ticket acreditaba para estar tres días con libre acceso al camping y a un sinfín de actividades recreativas o de índole hell angel (por lo que vi daban clases de mecánica o charlas que no entendía en unos gazebos gigantes) y al comprarlo solo me quedaron unos diez euros
O sea casi nada.
Era el medio día, Strummer estaba anunciado para las cinco de la tarde y cerraba Dr. Feelgood tipo 1 am ese primer día. Solo tenía que esperar unas horas y encontrar la manera de volverme a la estación de tren, pero con el pasar de las horas anunciaron que el show de los mezcaleros se pasaba para el otro día a la misma hora.  La puta madre.¿Qué iba a hacer? Por supuesto no me iba a ir, pero a penas tenía para comer y de noche iba a hacer frío. A lo lejos se veía una cantidad infinita de carpas en un sector del predio, que según supe albergaba más de 50000 Almas de última me iban a tirar por ahí. El clima era de euforia general, quizás lo obvio o lo que cualquiera se podría imaginar de la tribu motoquera, mucho escabio, gritos, minas en toples peleas ruido de las motos yendo de acá para allá por todos lados.    Mientras fui paseando recorriendo, me subí a un paseo en helicóptero todo era gratis hasta la birra, había barriles con latas para agarrar las que uno quisiera por todos lados. Rescate bastante comida, así que tampoco fue tanto problema. Dormí como pude y donde pude. Después de participar en unos fogones con unos hell angels españoles con los que me cague de risa y termine medio para atrás por tanta birra. Jejeje. Y al otro día reapareció la ansiedad en mí.
Ya al medio día empecé a rondar el backstage del escenario principal, que tenía unos veinte camerinos armados con containers. Tenía cierto resquemor de que el show de los mezcaleros se suspenda así que me quede por ahí cerca del alambrado que circundaba los camarines para no perderme ningún anuncio, o porque no tenía nada que hacer o porque en realidad estaba esperando ver a en ese entonces admirado ídolo Joe Strummer.
Así fueron pasando las horas, hasta que en un momento vi pasar al cantante de The Clash por entre los camarines y no sé por qué me salió del alma llamarlo. Fue un lapsus, ni se porque lo hice, tal vez un impulso de fan madoniano reprimido. Al instante me arrepentí. Me paso varias veces esos días que trataba de reprimir impulsos que invadieran a Joe, pero bueno sin esa primera desubicación no lo hubiese conocido.
– Joe, Joe, le grite haciendo un ademán que lo llamaba y él se acercó al alambrado muy amablemente.   Cuando lo tuve cerca, le dije en mi más troglodita inglés, algo así como: “Vine desde argentina a verte”. Una afirmación mentirosa y exagerada tal vez, pero en ese momento altamente cierta. La reacción de él fue extraña para mí. Ok me contestó y en inglés me dijo que lo espere y se fué. Me quedé esperando, por supuesto, pegado al alambrado mirando para el lado que se había ido hasta que lo perdí de vista. Al ratito me tocan la espalda y al darme vuelta lo tenía a Strummer dándome la mano y poniéndome una cinta negra en la muñeca (que después entendí que era un all access) a la vez que me pregunto en perfecto castellano si me gustaba el vino caliente. Dije que nunca había tomado. y me invito a hacerlo en el sector de comidas del festival que estaba ahí a unos metros. Así empezaron los cuatro días que compartí con él y su crew.  Caminando hacia ese patio de comidas con el músico/persona más importante del universo para mí en ese momento de mi vida, entre una multitud que extrañamente no lo reconocía ni le prestaba atención. Parecía que yo solo era consciente de quien tenía al lado y no tanto. Mientras él me hablaba con total normalidad y gracias al vino me fui soltando. Siempre tratando de mantener la tranquilidad y la naturalidad que la situación ameritaba.

  En pocos minutos pude trasmitirle que había dormido tirado por ahí y que no tenía guita para comer como queriendo arrogarme algo de sacrificio innecesario. El trato de igual a igual me sorprendió. Ese día ni hablamos de música, de su música. En el aire sentí que el tipo me había aceptado como alguien afín, alguien de los suyos. Ya en el camarín bunker donde pasaron las horas hasta el show y conocí a los mezcaleros en esas primeras charlas, me preguntó por las ballenas por las Malvinas por las cataratas, por Perón y cosas de Argentina. Hablamos de fútbol, Maradona, su fanatismo por el Chelsea y yo hable de San Lorenzo. Jamás abordamos nada sobre su música menos de los Clash. Aunque yo saqué el tema un par de veces y él lo esquivó con mucha clase dejándome en claro que eso, no era lo quería que nos acerque en ese momento o bien no quería verme como un fan. Siempre intuí que su interés por mi pasaba por entender mi flash, por desdramatizar una sobredimensión obvia del encuentro con él en mi. Tuve un par de arrebatos impulsivos antes del reci, le di el demo de responsables y al ver la tapa “Lost in supermarket” exclamó entre risas mientras lo mostraba a sus compañeros y ahí definitivamente se me empezó a tratar como un par, como otro músico. Después tuve otro arrebato incontenible y fue agarrar su guitarra negra, la legendaria guitarra por la cual yo también me compre una telecaster negra (jajajaja) mientras la estaba afinando un asistente, toque unos acordes cualquiera ante la sorprendida mirada de strummer y los otros por mi reacción. Inmediatamente la devolví avergonzado y se rieron pero sin malicia. Los mezcaleros eran casi todos pibes de mi edad o más chicos y creo que entendían todo lo que podía estar sintiendo yo. Era una situación pintoresca con un latino vestido como un inglés de chupines y marteens, fanático de los clash y atendido por su propio objeto de idolatría.
Llegó el momento del show y me dirigí al escenario junto a Joe y su esposa que lo había venido a buscar a tal fin y fui presentado como Gustavo, un amigo que vino desde Argentina a vernos. Era mentira la exclusividad de la afirmación, yo había mentido. Ya con total naturalidad discurrían los momentos. Habíamos hecho todo lo que se hace con los amigos una tarde, hablar, escuchar música, escabiar, fumar churro, que más pedir. Así que dentro de ese estado de embriaguez y felicidad me acomodé al costado del escenario le puse las pilas que había guardado especialmente al grabador de periodista y me dispuse a ver la escena.
En el camarín habíamos estado escuchando música de un equipito de cd, con ese mismo equipito subió Joe al escenario lo puso en el piso a su espalda y le acercaron un micrófono. Empezó a sonar una pista y el solo con su guitarra comenzó a tocar x ray style hasta que se sumaron los demás en yalla yalla. Lo que yo sentí en ese instante nunca me pasó ni antes ni después de ese recital. No puedo describirlo. Después sonaron muchos temas de los Clash pero el tiempo se detuvo cuando toco “straight to hell/flowers of romance” ante la extasiada y atónita atención de los miles de hell angels y mi amigo español que me miraba sorprendido desde abajo del escenario bajo la resolana del atardecer naranja/violeta que se adivinaba en el horizonte.
En la grabación que hice se escucha, en ese momento, como le hablo a mis amigos clasheros del alma tratando de describir mis sensaciones, lo escuche hace un tiempo, me sentí ridículo pero no puede haber ridiculez en la emoción sincera.
Pasó el show, no quiero aburrir agregando más cosas, salvo que recuerdo volver al camarín hablando con todos de los pormenores entusiasmadísimos los mezcaleros, Joe Strummer, yo, el tour mánager Tom, hasta que en el momento de entrar al camarín este mismo me para en seco diciéndome que mejor me quede afuera y los deje tranquilos un rato. Pufffff, obvio. En mi estado no me había percatado de lo invasivo y excedido en confianza que estaba siendo. Me quise morir de la vergüenza.Me hice a un lado y me fui caminando cabizbajo recriminándome mi propia estupidez. jajaja. Tremendo. Salvo que pasaron unos segundos y escucho, Gustavo, Gustavo. Al darme vuelta era el mismo Joe que me llamaba para que fuera al camarín. El tipo había estado atento a mí por enésima vez. Recién terminaba de tocar por segunda vez en muchos años (era el segundo show de los mezcaleros de su historia). Al entrar al camarín en una mesa había una botella de champan chandon de un galón y copas para todos los músicos. El detalle fue que strummer mandó a pedir otra para mí y cuando la trajeron recién se abrió la botella y se brindó.
Bueno, esa noche y otras dormí en el micro de gira de los mezcaleros y compartí tres días más con Joe y sus músicos. En los cuales les conté de argentina, del salón Pueyrredón que recién empezaba, que se yo, en un momento todo fue tan natural amistoso y distendido como la vida misma.

Gustavo- Salón Pueyrredón